Para llegar al corregimiento de Honduras, área rural de El Tambo, Cauca, es necesario atravesar la cordillera occidental. Salimos a las 6:30 de la tarde hacía el corregimiento de Huisitó, lo que sería considerado como otra puerta de entrada al Cañón del Micay. Eran las nueve y media de la noche cuando nos bajamos del primer carro, en Huisitó los locales estaban a medio abrir, muy poca gente; “la mayoría bajaron al festival, ya estamos contentos porque la plata empezó a llegar”, nos decía la administradora de una venta de comida.
Una camioneta 4×4 llegó hasta el restaurante donde comíamos pollo apanado y de inmediato embarcamos con nuestro destino final, Honduras, un corregimiento de 600 habitantes que viven en un 80% del cultivo de hoja de coca, otro 15% de la minería artesanal y el restante 5% de actividades varias como transporte, tiendas, almacenes y los infaltables chongos.
Una forma de medir la dinámica económica de zonas con presencia de cultivos de uso ilícito es por el arribo de hermosas damas dedicadas al oficio más antiguo del mundo. En esta oportunidad, dicen que “llegaron varias hembritas buenas, es que ya la platica está bajando, esto ya tiene cara que se va a componer”.
A media noche, en Santa Rita pasamos por un retén guerrillero, verificaron que estamos autorizados por la junta para transitar y seguimos el camino, a la una de la madrugada estuvimos en Honduras, en medio de un aguacero torrencial, de esos típicos de clima selvático húmedo. Y es que Honduras está a menos de 110 metros sobre el nivel del mar, el bochorno es constante para quien no está acostumbrado a esta humedad.
En la caseta estaba Reymundo y todo el mundo, el perro, el gato, el ratón, todos; había terminado su presentación Jorge Díaz, conocido por la canción combatiente, una pieza musical con la cual guerrilleros, policías y hasta soldados hacen sus vídeos para redes sociales, minutos antes habían jugado un bingo con varios premios en efectivo y una moto, pero el grueso era para el día siguiente porque jugaban dos motos nuevas 150 centímetros cúbicos. En los cuatro días de fiesta el sonido nunca dejó de animar la rumba con canciones de todo tipo.
El día domingo en la noche, todo se convirtió en jolgorio, las meretrices lucían sus mejores pintas laborales, visitantes de otras veredas se acicalaban antes de empezar el bingo, los locales apuraban en sus labores para participar de la tabla a lleno completo, cada cartón costaba $70 mil pesos, los recursos recogidos están destinados al mejoramiento del acueducto.
Honduras está a menos de 50 metros de la ribera del rio Micay, pero no tienen buen servicio de acueducto, el agua que consumen no es potable y es precisamente ese el objetivo de estos días de juerga, recoger dinero para adecuar desarenadores, bocatoma y los tubos que surten a las calles abandonadas de una región que está en boca de medio país, pero por la cual nadie hace absolutamente nada.
Debajo de la caseta todo somos iguales, aquí no se distingue si es el dueño del negocio más encopetado, si es raspachín, guerrillero o chonga, a todos nos rigen las normas comunitarias concertadas entre la comunidad, las Junta de Acción Comunal y los integrantes del Frente Carlos Patiño, de las FARC-EP.
Las peleas dentro de la caseta están prohibidas, existen sanciones ejemplares para quienes hagan desorden. Las multas anunciadas para los problemáticos son de diez millones de pesos y dos semanas de trabajos comunitarios, por más traguitos en la cabeza, estas dos sanciones ponen a pensar a más de uno, tocarle el bolsillo hace que todo se calme y busque soluciones dialogadas a sus diferencias.
Para movilizarse, entrar o salir de esta región es necesario tener varios carné:
- De la asociación a la que pertenece y certifica que está laborando en una finca, cocina, mina o chongo.
- De la Junta de Acción Comunal que verifica que hagas parte de una dinámica productiva para la zona y habites en un hotel, habitación o vivienda en donde se evidencie el buen comportamiento.
- Cedula de ciudadanía
- En el caso ‘de las sexo servidoras’ y también de las meseras se pide un carné, no mayor a 15 días, que demuestre que no tiene enfermedades de transmisión sexual.
Tengo muy claro que este artículo será cuestionado por autoridades, Fuerza Pública y hasta por los mismo colegas, van a tildar de prensa propagandista y cualquier cantidad de epítetos, lo único cierto es que acá no entra nadie que no se haya ganado la confianza de las comunidades y claro el respeto del actor armado dominante.
Espero contarles más adelante que llegamos a este lugar para tomar parte en la inauguración de un puente sobre el rio Micay y la entrega de una maquina amarilla, si la compraron con monedas llovidas como maná o emergidas del subsuelo no es de mi resorte juzgar, sólo vine a contarles que acá la misma gente se organiza para mejorar sus condiciones de vida.
Debo confesar que he entrado un gran número de veces al Cañón del Micay, por más que escucho a los gobiernos regionales y nacionales sobre intervención en esta parte de la geografía lo veo tan difícil que siento algo de impotencia al ver las publicaciones de algunos colegas que solo replican los boletines oficiales, pero no tienen ni la más mínima idea de lo que acá se vive.
Ayer escuché sobre las preocupaciones que tienen por la posible entrada en vigencia de la construcción de la represa Arrieros del Micay. Temen que llegue el paramilitarismo a generar desplazamientos, que les paguen sus tierras a precio de güevo y que inunden lo que más aman, su arraigo, su tierra.
Ya el Consejo Comunitario deberá tomar cartas en el asunto, pero con preocupación siento que va a ser una pelea de tigre con burro amarrado. Quien esté detrás de construir la represa debe tener algunos millones de dólares suficientes para comprar políticos, militares, dirigentes sociales y hasta periodistas que hagan eco de las bondades de una mega obra como Arrieros del Micay.